Dentro del contexto del Capítulo IV Gestionando al estrés desde el entendimiento, en este artículo hablaremos sobre la relevancia del pensamiento constructivo en el manejo del estrés. Asimismo, se brindarán algunas pautas para cultivar este provechoso recurso de afrontamiento. ¡Empecemos!
Pensamiento constructivo
La manera como abordamos el estrés está basada en las propias características del estrés. ¿Qué quiere decir esto?
Recordemos que el estrés es una respuesta natural del cuerpo que se activa frente a la presencia de uno o más estresores, y su desarrollo produce una variedad de reacciones físicas y psicológicas, que igualmente ejercen influencia en la conducta; por eso se considera que el estrés tiene un componente físico, un componente psicológico y un componente conductual.
En ese sentido, es fundamental que las actividades que pongamos en práctica para manejar adecuadamente al estrés incluyan tanto la acción sobre el cuerpo como la acción sobre la mente. Dicho en otras palabras, cualquier plan de actividades que se implemente para el manejo del estrés es importante que abarque al binomio mente – cuerpo.
El pensamiento es clave en el manejo del estrés. Pero, ¿A qué tipo de pensamiento nos referimos?
“La mayor arma contra el estrés es nuestra habilidad para elegir un pensamiento sobre otro”. Esta frase del psicólogo William James es muy potente ya que, ciertamente, los pensamientos son los encargados de regir la bioquímica del cuerpo entero y, junto con las emociones, los pensamientos también se encargan de alinear el estado corporal con el estado mental, haciendo que el cuerpo sienta lo que el cerebro está pensando.
Ahora bien, cuando nos encontramos en un estado de estrés automáticamente van surgiendo una serie de pensamientos negativos, los cuales nos alejan de la práctica de pensar de un modo saludable y, a su vez, generan una condición de malestar debido a que desencadenan una ruta bioquímica con respuestas corporales que poco a poco van dañando al cuerpo y también a la mente. Incluso, este mal funcionamiento va a llegar a producir hasta alteraciones en la conducta y en el comportamiento.
Teniendo en cuenta lo explicado con anterioridad, el tipo de pensamiento que es conveniente cultivar para ayudarnos a manejar nuestro estrés es el que corresponde a la gama de pensamientos positivos, los que pueden ser constructivos, flexibles, reflexivos, racionales, adaptativos y optimistas. El gran atributo de los pensamientos positivos es que producen una ruta bioquímica que genera un estado emocional positivo, lo que se traduce en una condición de bienestar.
¿De qué manera podemos transformar los pensamientos negativos en positivos?
Podemos lograrlo, siguiendo los pasos que se enumeran a continuación:
- Describir la situación que se está viviendo. Esta descripción debe ser lo más objetiva posible.
- Nombrar la emoción o emociones que se está experimentando en ese momento.
- Identificar al pensamiento negativo que aparezca de manera automática.
- Modificar ese pensamiento negativo hacia pensamientos que permitan avanzar.
Sigamos en dirección al pensamiento constructivo
Una vez que hayamos modificado los pensamientos negativos a ideas más amigables, podremos incorporar un toque de creatividad a esos nuevos pensamientos positivos para dirigir la atención hacia la construcción de soluciones; así como, a la construcción de nuestras propias estrategias de afrontamiento, viendo cada situación como parte de un continuo proceso de aprendizaje de vida.
El pensamiento constructivo nos permite crear las herramientas para poder manejar oportunamente al estrés, y desde una forma de ver que sea más saludable.
¿Qué tal un ejemplo para reforzar lo ya mencionado?
Jorge lleva 3 días durmiendo mal. Lo están afectando algunas preocupaciones en relación a un dolor de espalda que no se alivia con nada. Sin embargo, por estar tan pendiente de la incertidumbre sobre su situación de salud, Jorge ha dejado de comer a sus horas; de tal manera que sus aflicciones han aumentado. Ya no se trata solo del dolor de espalda y la dificultad para conciliar el sueño, Jorge ahora también se siente cansado, irritable y se queja de ardor en el estómago. Él cree que quizás está desarrollando una grave enfermedad y siente temor de que ese pensamiento se vuelva una realidad.
⇒Transformemos este pensamiento negativo, siguiendo nuestra secuencia de pasos:
- Descripción de la situación.- Jorge presenta dolor persistente en espalda, dificultad para dormir, cansancio, irritabilidad, ardor en el estómago, preocupación, pensamientos de aflicción, y estrés.
- Emociones.- Él siente temor y angustia.
- Pensamiento negativo.- Jorge piensa que quizás está desarrollando una grave enfermedad.
- Modificación hacia pensamientos positivos – constructivos.- Tomando como referencia el pensamiento negativo de Jorge, vamos a dar un giro hacia nuevas propuestas cargadas de pensamiento constructivo:
- Lo que pienso no necesariamente tiene que ser real.
- Mientras no vaya a una consulta médica, no podré saber con certeza el motivo de mi malestar.
- Está bien ocuparse en el problema; por supuesto, sin dejarse dominar por la preocupación.
- Mañana iré a la posta médica. Conversaré con mi cuñado para que me apoye con la movilidad.
En efecto, con la aplicación del pensamiento constructivo estamos invitando a pasar a la acción para intentar dar solución a aquello que está generando el estrés.
Finalmente, un relato que compartir
A modo de resumen, comparto nuevamente la fábula sobre el estrés y la preocupación. Este relato muestra con precisión que podría ocurrir si nos mantenemos sujetos a pensamientos negativos como por ejemplo las preocupaciones. ¡Aquí vamos!
Fábula sobre el estrés y la preocupación
Autor(a) desconocido
Una psicóloga se desplazaba por la sala mientras impartía una charla sobre cómo manejar el estrés. Cuando levantó un vaso con agua, todos los asistentes pensaron que iba a preguntar si el vaso estaba medio lleno o medio vacío; sin embargo, ella sonrió y preguntó: ¿Cuánto pesa este vaso con agua?
Las respuestas variaron entre 100 gramos y 500 gramos.
La psicóloga contestó: “El peso no tiene realmente ninguna importancia, depende simplemente de cuánto tiempo se sostenga el vaso. Si lo sostengo durante un minuto no hay ningún problema; si lo sostengo durante una hora, me va a doler un poco el brazo; y si lo sostengo un día entero, entonces mi brazo se quedará entumecido y paralizado. En cada uno de esos casos, el peso del vaso no varía. No obstante, cuanto más tiempo lo sostengamos, más pesado lo sentiremos y más estragos producirá en nuestro estado”.
Ella continuó: “El estrés y la preocupación son como este vaso con agua. Con pensar en lo que nos preocupa solo por un momento, no pasa nada; pero si pensamos en eso un poco más, comenzará a hacernos daño. Más aún, si pensamos en eso todos los días, nos sentiremos paralizados e incapaces de hacer algo. Por eso, es importante tener en cuenta que caer en aquella espiral es lo que realmente estresa”.
Soltar o seguir sosteniendo el vaso con agua es una decisión personal.
Momento para reflexionar
¿Qué similitud(es) encuentras en los mensajes transmitidos tanto en la frase de William James como en la fábula?
Artículo anterior.- Manejo del estrés: Enfoque biopsicosocial.
Próximo artículo.- Los hábitos y la adaptación: Manejo del estrés.
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